La popularidad del café es indiscutible: ningún restaurante carece de contar con él en su menú y existen millones de establecimientos dedicados a suministrar el delicioso líquido oscuro. Es la bebida que nos ayuda a activarnos en las mañanas, nos acompaña cuando platicamos con nuestros amigos, ha sido sugerido como pretexto para salir con la persona que nos quita el sueño y recurrimos a él como aliado si queremos “espantar” el sueño cuando necesitamos mantenernos despiertos.
Existen muchas versiones sobre su origen, siendo las más aceptadas aquellas que sugieren que se descubrió en Etiopía. Esta bebida aromática surgió en Abisinia, fruto de un arbusto llamado cafeto, y debe su nombre a la localidad etíope de Caffa.
Las investigaciones han revelado que las tribus africanas sabían de su existencia desde la antigüedad, y la planta era utilizada para elaborar una pasta con la que alimentaban a los animales y para aumentar el vigor de los guerreros de las tribus. Su cultivo llegó a Arabia donde lo convertirían en bebida, la que conocemos como Arábica, y, gracias a sus propiedades “medicinales” y estimulantes, se popularizó rápidamente en tierras musulmanas como sustituto al alcohol, el cual es prohibido por el Islam, lo que ocasionó que se propagara a lo largo y ancho del mundo árabe.
La primera mención que se tuvo en Europa sobre el café aparece en un libro escrito en 1583 por el botánico y médico alemán Léonard Rauwolf, quien acababa de volver de un satisfactorio viaje por Medio Oriente: “Una bebida tan negra como la tinta, útil contra numerosos males, en particular los males de estómago. Sus consumidores lo toman por la mañana, con toda franqueza, en una copa de porcelana que pasa de uno a otro y de la que cada uno toma un vaso lleno. Está formada por agua y el fruto de un arbusto llamado bunnu”.
Gracias a guerreros, conquistadores, comerciantes y viajeros, el conocimiento y consumo del café se extendió por todo el mundo. Gracias a los mercaderes venecianos, siempre atentos a nuevas especias, la nueva bebida llegó a Europa en el año 1615, lo que le abriría sus puertas en el Viejo Mundo. Pero sus mejores publicistas serían los holandeses, quienes explotaron grandes plantaciones del mismo en sus colonias de Ceilán e Indonesia. Ellos serían los primeros importadores serios del cafeto y quienes lo aclimataron en los jardines botánicos de Ámsterdam, Paris y Londres, desde donde pasó a la Guayana holandesa, Brasil y Centroamérica.
En 1670 se abriría el primer establecimiento especializado en servir café: la primera cafetería habría hecho su aparición; tras lo cual, los franceses no se quedarían atrás, y sería el Café Procope la primera cafetería parisina, la cual inventaría una nueva forma de preparar la deseada bebida: hacer pasar agua caliente a través de un filtro con café molido.
El café llegaría al Nuevo Mundo en 1689 con la apertura de la primera cafetería en la ciudad de Boston, en Massachusetts, Estados Unidos. La bebida ganó popularidad y obtuvo el rango de bebida nacional cuando, en los inicios de la Independencia Norteamericana, los rebeldes que se manifestaban contra la Corona Británica realizaron un motín para lanzar el té proveniente de Inglaterra al mar.
A partir de ahí, millones de personas convirtieron al café en su mejor amigo, volviéndose una bebida universal que acompañaría en su día a día a personalidades como Johann Sebastian Bach, Honoré de Balzac, Ludwig van Beethoven, Napoleón Bonaparte, Giovacchino Rossini, Voltaire y otros personajes de la historia y su reinado no parece tener fin.
Referencias:
https://historiainfinita.wordpress.com/
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